Érase una vez un niño que vivía en un pueblo de Castilla la Mancha y era conocido por todos por ser muy bajito, se llamaba Pulgarcito. Este niño iba a la escuela y jugaba con sus amigos pero su madre estaba un poco preocupada porque cada vez que llegaba del colegio cogía su bocadillo y se subía a la habitación y no volvía a bajar hasta por la noche. Ella no le quería molestar y sólo le oía hablar por detrás de la puerta de la habitación.
Un día hablando con su marido Agustín llegaron en que cuando Pulgarcito llegara del colegio y se fuera a su habitación como de costumbre, subirían los dos a preguntarle por qué no salía a la calle como hacían el resto de los niños. Así que así fue, Pulgarcito llegó del colegio, cogió su bocadillo y se encerró en su habitación. Marta, la madre y Agustín subieron las escaleras despacio y sin hacer ruido y ya se le oía a su hijo hablar, sin perder más tiempo entraron en la habitación y, ¿cuál fue su sorpresa? que Pulgarcito ¡tenía un amigo!, pero no un niño cualquiera, era un gato que ademas hablaba. Todos se quedaron muy sorprendidos y ninguno sabía por donde empezar, así que el gato comenzó a explicar su historia, al pobre le habían echado de su otra casa y Pulgarcito le había recogido. Los padres no entendían nada porque ademas de que hablaba, estaba vestido y con unas botas que le cubrían las dos patas traseras. Marta y Agustín por fin reaccionaron y como no, le dijeron a Pulgarcito que se llevara a ese gato fuera de la casa ya que no quieran ningún problema con nadie. Pulgarcito muy triste le tuvo que decir que se fuera pero que por las tardes se podrían ver en otro sitio que no fuera su casa y el gato muy triste se tuvo que separar de su amigo.
A la mañana siguiente, que era sábado, despertaron a Pulgarcito unos gritos que venían de la cocina, bajó corriendo y vio a su madre subida a una silla y rodeada de ratones. Pulgarcito preguntó por su padre y su madre entre gritos le dijo que había ido al Ayuntamiento a ayudar, porque había llegado una plaga de ratones. Marta seguía subida a la silla y su hijo con ayuda de una escoba fue echándolos de casa, aunque fue una tarea difícil, había muchos. A la hora de comer apareció Agustín, explicó que el alcalde había llamado a un flautista pero que llegaría por la tarde, ya que venia desde lejos. Por la tarde se empezó a oír una música de flauta por lo que lo relacionaron con ese flautista al que había llamado el alcalde. Todo el pueblo salió a la calle y se veía como los ratones iban detrás de él, pero Pulgarcito veía que no le seguían todos, por lo que se le ocurrió llamar a su amigo el gato con botas para que le ayudara al flautista. Pulgarcito salió corriendo y sus padres intrigados le preguntaron que a donde se dirigía y él les contestó que en cinco minutos llegaría, y así fue. A los cinco minutos llegó con el gato, éste fue entrando por todas las casas de los vecinos ahuyentando a los ratones que faltaban y así gracias a la ayuda del gato todos los ratones desaparecieron del pueblo y Pulgarcito fue felicitado por todos sus vecinos y por sus padres.
Ya cuando todo estaba tranquilo, los padres de Pulgarcito vieron la buena pareja que hacían su hijo y el gato. Les llamaron a los dos al salón y les sorprendieron diciéndoles que el gato con botas podía quedarse en casa, pero con la condición de que se quitara las botas antes de entrar.
Todos riendo y, alegres vivieron felices.
COLORIN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
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